martes, 7 de diciembre de 2010

Palabras de la Presidenta de la Nación en apertura de la XX Cumbre Iberoamericana, Mar del Plata





Muy buenas tardes a todos y a todas; sus Majestades; señores Jefes y Jefas de Estados; señores y señoras Cancilleres; señores jefes y jefas de delegaciones: en primer término darle a todos ustedes y a las comitivas que los acompañan la más cálida bienvenida al a Ciudad de Mar del Plata y a nuestro país, la República Argentina, para llevar a cabo la XX Cumbre Iberoamericana.

Yo estaba escuchando atentamente las palabras del señor secretario general Enrique Iglesias y su introducción fue sin lugar a dudas algo que todos compartimos, el mundo diferente, absolutamente diferente en el que se desarrolla esta XX Cumbre; el desplome de nuevos países desarrollados; el surgimiento de los países emergentes, pero fundamentalmente creo la crisis de un modelo de funcionamiento de la economía global que exige ser revisada, que exige ser repensada y tambièn diseñada una nueva arquitectura global, económica, financiera y comercial, donde la asociación de los países esté basada, fundamentalmente, en criterios de cooperación, de equilibrio y también de igualdad.

Creo que una de las cuestiones - entre otras, porque esto es multicausal - que ha provocado esta crisis que parece no tener fin es precisamente la ruptura de los equilibrios, el que haya habido desigualdades en el desarrollo de las sociedades dentro de las propias sociedades también de cada país, entre las regiones en materia comercial, económica en donde realmente teníamos y tenemos sociedades con grandes desequilibrios, aquí en América latina, pese al crecimiento que han tenido todas nuestras economías, en la última década, somos al mismo tiempo sociedades aún con un grado de desigualdad importante.

Y yo recordaba - Enrique recién, cuando retornó a su lugar - que hace apenas cinco años, en esta misma ciudad: Mar del Plata que tuvo lugar otra cumbre, fue la Cumbre de las Américas. En aquel momento quien presidía ese encuentro era mi compañero, el Doctor Néstor Carlos Kirchner, y recuerdo que tuvo lugar en esta ciudad lo que muchos consideran un histórico y memorable debate, como fue si la región se incorporaba o no a la propuesta, que en aquellos momentos se nos daba, fundamentalmente de Estados Unidos, el ALCA, propuesta que no fue aceptada por los países de la región.

Y yo, recién me preguntaba Enrique, qué hubiera pasado si no hubiéramos dado esa discusión o si la hubiéramos perdido. Nosotros sosteníamos que la región debía tener su propio modelo de desarrollo y crecimiento, que no significaba negarnos a la integración global, porque sería un absurdo, pero que necesitábamos tener también modelos propios de crecimiento, con más justicia, con más equilibrio, con más igualdad, en donde no se frustraban las posibilidades de desarrollar también en nuestros países sus ciudades industrializadas, que produjeran valor agregado, que generarán trabajo, que generarán crecimiento. Y que además ese crecimiento y esa riqueza pudiera ser redistribuida entre sus habitantes.
Porque el tema que hoy nos ocupa y que hemos propuesto a la educación con inclusión social, como el gran instrumento de inclusión social no se da per se si no se da en un modelo de desarrollo y crecimiento económico que genere trabajo para que las familias pueden enviar sus hijos al colegio, en donde no se ve con crecimiento donde el Estado pueda poner recursos importantes en esa educación. Y tal vez el ejemplo más explícito podríamos darlo en nuestro propio país, cifras que marcan una reversión de lo que fue el proceso de educación y de recursos para la educación, aquí en la República Argentina, a partir no solamente de ocuparnos de la educación, sino primero ocuparnos de la economía. Si no nos ocupamos primero de la economía y tenemos un modelo de crecimiento y desarrollo social nuestra preocupación por la educación sólo va a ser un mero ejercicio discursivo.

En el año 2002, la Argentina dedicaba a la educación el 2 por ciento de su Producto Bruto Interno, el 2 por ciento de lo que producían los argentinos era dedicado a la educación y el 5 por ciento era dedicado al pago de su deuda externa. A partir del proceso iniciado, en el año 2003, por el entonces Presidente Kirchner, donde en el año 2005 también se sancionó en el Parlamento argentino una Ley de Financiamiento educativo, que puso como meta para este año del Bicentenario, el 2010, lograr llegar al 6 por ciento del Producto Bruto en materia educativa, un Producto Bruto que era sustancialmente superior, por supuesto, al del 202 y el 2003, casi el doble, superando un poquito el doble, el de este año. Hoy hemos, no solamente alcanzado esa meta, sino que la hemos superado: Argentina finaliza el Año del Bicentenario dedicando el 6.47 por ciento de su PBI a la educación en todos sus niveles.

Hemos iniciado también un vigoroso proyecto como es el de conectar.com.ar-Igualdad, Conectar-Igualdad, proveyendo a cada alumno de nuestras escuelas secundarias públicas una netbook como un instrumento para cubrir la brecha digital.

Al mismo tiempo, se ha creado la Asignación Universal por Hijo para todos aquellos sectores a los que aún no han podido llegar en su totalidad de crecimiento o bien carecen de trabajo o tienen un trabajo informal, se le reconoce por cada hijo una asignación igual a la que cobra un trabajador formal. El requisito es que envíe a su hijo al colegio y cumpla el ciclo lectivo además de control sanitario. Esta verdadera inversión social ha hecho crecer muchísimo la matrícula educativa.

Creemos que hemos podido hacer esto porque hemos contado con los recursos y hemos contado con los recursos porque hemos comenzado a revertir un proceso de desindustrialización que realmente traía décadas en la República Argentina.

Por eso creo que, conjuntamente con la educación como el gran instrumento movilizador, el gran instrumento de movilidad social ascendente de las sociedades, debemos, al mismo tiempo, paralelamente en tiempos de crisis global, discutir también los instrumentos para poder llegar a esa educación y que sea accesible para todos.

Esto va a exigir por parte de todos los grandes actores globales, fundamentalmente el reconocimiento que estamos ante un nuevo mundo, con nuevos actores, con nuevas realidades, que va a exigir un esfuerzo por comprender la necesidad de articular nuevos sistemas de cooperación, nuevos sistemas de comercio pero, fundamentalmente, basado en que todos debemos vernos, no como clientes y por lo tanto desatar grandes guerras comerciales, sino vernos esencialmente como socios. Creo que la globalización ha traído como gran lección que nada es indiferente de lo que pase en una región con lo que pasa en el resto del mundo.

América latina realmente tiene mucho para dar, muchísimo, es un país -yo digo un país porque lo considero casi una patria grande-, una de las regiones tal vez con mayor cantidad de recursos naturales, en donde debemos capacitar a nuestros recursos humanos a través también de la innovación, de la ciencia y de la tecnología, que van a ser también las grandes matrices de acumulación y crecimiento en este siglo XXI junto, también, a la otra gran demanda en materia global como es el gran tema de los alimentos, en los cuales también nuestra región está destinada a cumplir un papel preponderante.

Yo no me canso de repetir y para finalizar, que el siglo XXI va a traer como una suerte de paradoja: por un lado, vamos a llegar a momentos en donde la ciencia, la tecnología, el conocimiento como gran valor agregado, va a alcanzar niveles nunca imaginados y, al mismo tiempo, vamos a necesitar alimentar cada vez más a numerosas cantidades de habitantes globales que va a exigir, entonces, una actitud absolutamente diferente de la que hemos tenido hasta ahora en materia de relaciones comerciales.

Una de las cosas que comentábamos de la última reunión, era que las conversaciones más ricas y más interesantes se daban en los momentos en los cuales no había sesión formal y por allí estábamos compartiendo la mesa de trabajo en la que podíamos hablar con mayor apertura, con mayor confianza, acerca de todos estos problemas.

Yo aspiro a que en esta Cumbre realizada aquí en la ciudad de Mar del Plata, podamos hacerlo con confianza, con apertura, sin temores, sin tabúes intelectuales, poder abordar cada uno de estos problemas porque yo creo que tal vez el no hablar con profundidad de las cosas y no tenerles miedo a las diferencias y al debate, sino que por el contrario entender que todos tenemos una verdad relativa que debemos aportar para construir una verdad superadora, creo que esto va a ayudarnos a todos a construir una sociedad y un mundo mejor que, en definitiva, es lo que todos aspiramos, cualquier sea el lugar del Hemisferio en el que nos haya tocado nacer.

Muchas gracias a todos y a todas y espero que esta XX Cumbre Iberoamericana sea tan exitosa como la que tuvo lugar en Estoril.

Muchas gracias. (APLAUSOS)

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