viernes, 25 de febrero de 2011

Palabras de la presidenta Cristina Fernández en la inauguración de la Casa Patria Grande Néstor Kirchner



Muy buenas tardes a todos y a todas, ¡qué lindo que es escucharlos cantar, por Dios!

Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay, querido compañero José "Pepe" Mujica; señor Presidente de la República del Paraguay, querido compañero Fernando Lugo; señores cancilleres, vicecancilleres, delegados de los gobiernos de la América del Sur; queridas Madres, Abuelas; artistas; intelectuales; jóvenes: hoy es un día muy especial, en un lugar también muy especial.

Hoy estamos inaugurando, un 25 de febrero, una fecha entrañable para quien habla y también para todos los argentinos -yo siempre lo cargaba a él porque decía "naciste el día de San Martín en el Año Sanmartiniano", el 25 de febrero de 1950-, esta Casa Patria Grande que era su sueño y el sueño de muchos compañeros y compañeras que creemos en una construcción regional propia de la América del Sur en una historia e identidades comunes.

Es también un lugar emblemático: en este viejo edificio que hemos reacondicionado para que funcione la Casa Patria Grande y también la Junta de Defensa de la UNASUR, aquí va a ser el lugar, era un lugar en donde en tiempos que no queremos recordar, funcionaban tribunales militares que juzgaban a civiles. Es parte de la historia, pero lo bueno es que hemos podido construir sobre ese pasado triste, un presente bueno, un presente mejor, un presente latinoamericano.

Tal vez, se hubiéramos actuado con la lógica que otros lo han hecho en otras etapas históricas, hubiéramos tirado esto abajo. Vivimos alguna vez en nuestro país lógicas en las cuales se quería hacer desaparecer parte de la historia destruyendo o matando.

Y yo creo que nosotros tenemos que tener otra historia y otra lógica y que es, sobre las cosas que nos hicieron sufrir, reconocerlas y construir sobre ellas cosas que les sirvan a los pueblos, que les sirvan a las sociedades y que sirvan al mismo tiempo para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de construir una historia diferente.

Por eso, en esta tarde quiero agradecer la presencia de banderas latinoamericanas de hermanos de la América del Sur.

Felicitar también a Horacito, un compañero de HIJOS que hoy nació su hija, 25 de febrero y lloraba de alegría, Tania, felicidades Horacito. Me contó Estela ni bien vino y realmente también son símbolos de un país que renace de sus cenizas, de una región que renace de sus cenizas y que, como recién decía Pepe, nos tiene que servir de aprendizaje para saber que debemos estar más unidos que nunca.

La verdad que yo siento que en pocas etapas de nuestra historia, yo diría que casi ninguna, la América del Sur tuvo el grado de unidad y de compenetración que hoy tiene. Y no significa que todos pensemos igual, es algo mejor: porque estar juntos cuando todos piensan en forma idéntica, es fácil; lo que es más difícil, el desafío más importante, es poder, aún desde las diferencias, construir en conjunto y unidad. Este es el mérito que tiene esta dirigencia de presidentes y presidentas de la América del Sur en los tiempos que corren.

Ser capaces de venir de historias diferentes, de identidades diferentes y, sin embargo, tener la sensibilidad, la madurez y la inteligencia de saber que debemos estar unidos en un mundo donde se abren nuevas oportunidades, donde hemos podido lograr en nuestra región, modelos y proyectos de inclusión social y de crecimiento como no se registraba desde hace décadas en la región y ha sido de la mano de gobiernos democráticos, de gobiernos elegidos por la voluntad de sus pueblos.

Por eso y para finalizar, yo creo que a los hombres y a las mujeres que han trabajado, que han militado y que han construido toda su vida, se los debe recordar de esta manera.

Yo dudaba en este 25 de febrero qué hacer y me puse a pensar qué le hubiera gustado a él y a él le hubiera gustado que estuviera acá en este lugar y más tarde en Yacyretá, en lugares de construcción, en lugares de memoria, en lugares de integración y de unidad.

Y aún cuando se nos escape una lágrima, quiero decirles que tenemos que tener todos los ejemplos de su inmensa fortaleza, su indomable valentía, su orgullo de nunca bajar la cabeza ni aún derrotados, nunca.

Lo aprendí junto a él, no de ahora, no desde los lugares que pueden verse como lugares importantes como es la Primera Magistratura de un país, lo aprendí de él desde el llano, cuando las cosas eran muy difíciles para todos y siempre tuvo esa voluntad, esa voluntad inquebrantable que caracterizó a toda una etapa y a una generación de nuestro país. Esa voluntad que él supo llevar adelante cuando un 25 de mayo les dijo a los argentinos, incrédulos todavía después de tantas frustraciones, después de tantos fracasos, que él no venía a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno y cumplió, cumplió.

Por eso, quiero decirles a todos ustedes que hoy también es un día de alegría por compartir este momento con ustedes y, por sobre todas las cosas, porque estoy absolutamente convencida que cada uno debe hacer lo que su destino inexorablemente le ha marcado.

Yo siento que mi deber histórico es honrar en él la memoria de otros millones de argentinos y miles de jóvenes, él tuvo la oportunidad que otros no tuvieron. Es cierto que me gustaría tenerlo a lado, aquí conmigo, pero también digo que esos sesenta años que vivió los vivió a fondo, haciendo lo que pensaba, construyendo lo que quería y llevando a cabo el país que soñó toda la vida desde que lo conocí.

Por eso, estoy muy feliz hoy de estar aquí y quiero agradecerles una vez más, las muestras de afecto, de cariño que me hacen llegar a diario y en todo momento. Les puedo aseguro asegurar que eso y el apoyo de mis dos hijos, es lo que me ayuda a seguir adelante.

Muchas gracias a todos y a todas, muchas gracias.

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